El ciclo económico es un viaje de altibajos que afecta a inversores, empresas y ahorradores. Conocer sus fases y señales permite tomar decisiones informadas y estratégicas para proteger activos y aprovechar oportunidades.
El ciclo económico son las fluctuaciones recurrentes de la actividad económica que alternan fases de expansión y contracción. Aunque se repiten, no son perfectamente periódicas, pues varían en duración e intensidad.
Se miden con el PIB real y otros indicadores como la tasa de desempleo, la producción industrial y las ventas minoristas. Es crucial distinguir entre la tendencia de largo plazo —el crecimiento potencial— y las oscilaciones que se producen alrededor de ella.
Estas oscilaciones son inherentes a las economías de mercado, porque las decisiones descentralizadas en inversión, crédito y expectativas generan movimientos cíclicos sin un patrón fijo.
El ciclo económico clásico se divide en cuatro fases con características propias:
Algunos autores subdividen estas etapas en cinco fases, agregando “desaceleración” antes de la recesión y diferenciando el fondo como el punto en que los indicadores adelantados mejoran aunque los niveles sean bajos.
Para profundizar, se clasifican según su duración:
Además, existen ciclos sectoriales o mini-ciclos que no siempre coinciden con las clasificaciones académicas, pero aportan información valiosa para análisis específicos.
Invertir y planificar requiere seguir tres tipos de indicadores:
Cada indicador varía según la fase: por ejemplo, la confianza puede girar a la baja en el pico aunque el empleo siga fuerte, o la inflación permanecer alta tras el inicio de la recesión.
Analizar crisis pasadas ofrece lecciones para el presente y el futuro:
En expansiones avanzadas, el PIB crece entre 2 % y 4 %, mientras que en recesiones graves puede caer de 1 % a 5 %. El desempleo puede oscilar del pleno empleo (3 %–5 %) a tasas superiores al 10 %.
No existe un consenso único sobre el origen de los ciclos. Algunas explicaciones clave incluyen:
Enfoque keynesiano: Fluctuaciones de la demanda agregada, inversión volátil por expectativas y “espíritus animales”.
Enfoque monetarista: Errores de política monetaria y variaciones en la oferta de dinero y crédito.
Ciclos reales: Choques de productividad y tecnología que afectan al producto potencial y las decisiones de trabajo.
Teorías financieras: Expansiones de crédito y burbujas de activos seguidas de procesos de desapalancamiento.
El ciclo afecta de manera distinta a cada actor:
Empresas en expansión disfrutan de mayor demanda y condiciones de crédito favorables, lo que impulsa la inversión y contrataciones. En recesión, sufren caídas de ventas, problemas de liquidez y recortes de costes.
El empleo reacciona con cierto retraso: sube de forma tardía en la recuperación y sólo comienza a caer cuando la recesión ya ha avanzado. Los salarios reales y la negociación colectiva también varían según la tensión del mercado laboral.
Algunos sectores son más cíclicos (automóvil, construcción y turismo) y presentan mayor volatilidad, mientras que otros defensivos (salud, consumo básico, utilities) mantienen una demanda estable.
Con este conocimiento, es posible diseñar estrategias de cobertura y posicionamiento:
En definitiva, entender el ciclo económico es clave para navegar un mercado cambiante y protegerse de sorpresas. Con datos, teorías y ejemplos históricos, cada actor puede tomar decisiones más sólidas y prepararse ante futuros altibajos.
Referencias