La desglobalización se ha convertido en uno de los temas más debatidos en política y economía internacional. Tras décadas de apertura y expansión de mercados, las recientes crisis y tensiones geopolíticas han puesto en tela de juicio la viabilidad de un modelo basado exclusivamente en la interdependencia global.
En este artículo, analizaremos cómo la desglobalización impacta la economía, la política y la sociedad, sus causas profundas y los escenarios que podrían definir el futuro de la interconexión entre naciones.
La desglobalización se define como el proceso de reducción de la interdependencia económica, comercial y financiera entre países, en contraste con la fase previa, caracterizada por un fuerte intercambio internacional. Es esencial distinguir entre la desaceleración y la reversión completa del fenómeno.
El punto de inflexión puede ubicarse tras la crisis de 2008, intensificándose durante la pandemia de COVID-19 y las tensiones geopolíticas recientes. Surgieron así prácticas como la relocalización, nearshoring, friendshoring, ruptura de instituciones, que desafían la lógica globalista predominante.
Para comprender la magnitud de la desglobalización basta revisar algunos indicadores. El comercio de bienes y servicios como porcentaje del PIB mundial alcanzó su apogeo a mediados de los 2000 y desde entonces muestra señales de estancamiento.
A continuación, un resumen esquemático de la evolución del comercio mundial:
Asimismo, la inversión extranjera directa mostró una gran volatilidad desde 2008, con caídas pronunciadas durante los años de pandemia y una mayor concentración de flujos intrarregionales.
El declive de la globalización responde a varios factores estructurales y coyunturales que han erosionado sus ventajas comparativas:
Los factores geopolíticos han adquirido un papel central en el replanteamiento de las cadenas globales:
Mientras la economía ajusta sus flujos, la sociedad también reacciona. Las percepciones sobre la globalización oscilan entre sus éxitos en la reducción de la pobreza y sus efectos adversos en ciertas regiones industriales. La migración y el debate sobre identidad cultural han generado políticas más restrictivas, acentuando la idea de barreras físicas y simbólicas.
Empresas y gobiernos aplican diversas estrategias para reducir su exposición externa y aumentar la resiliencia:
El ajuste de las cadenas de valor tiene impactos diferenciados según el sector. En industrias intensivas en transporte y energía, los costes operativos más altos de producción y transporte pueden traducirse en presiones inflacionarias. La logística marítima y aérea enfrenta tensiones por tiempos de tránsito más largos y cuellos de botella.
La manufactura global, desde la automoción hasta la electrónica, sufre una menor eficiencia por duplicación de capacidades. Por otro lado, algunos países desarrollados recuperan actividad industrial, aunque con empleos más cualificados y automatizados, con un balance neto de puestos inferior al originalmente externalizado.
La desglobalización redefine alianzas y bloques comerciales. Se aprecia una configuración de “esferas” económicas, donde los vínculos están alineados geopolíticamente. Este panorama aumenta el riesgo de conflictos comerciales y sanciones cruzadas, limitando la cooperación en desafíos globales como el cambio climático o la salud pública mundial.
Europa enfrenta una alta dependencia energética externa y vulnerabilidad ante subidas de precios. La Unión Europea trabaja en su autonomía estratégica, impulsando proyectos en energías renovables y semiconductores.
Estados Unidos promueve políticas de fabricación local y subsidios a industrias críticas. En Asia, algunos exportadores pierden competitividad por los ajustes salariales, aunque mantienen una ventaja en ecosistemas tecnológicos densos. América Latina busca diversificar mercados y atraer inversión intrarregional para reducir su exposición.
Frente a este contexto, surgen tres escenarios plausibles:
1. Un retorno moderado a la globalización, con reformas en gobernanza internacional y énfasis en cadenas resilientes.
2. Una consolidación de bloques económicos con barreras definidas, donde el comercio interbloque se mantendría limitado.
3. Un modelo híbrido que combine regionalización y cooperación selectiva, priorizando proyectos de infraestructura y transición verde.
En cualquiera de los casos, la capacidad de adaptación de empresas y gobiernos será crucial para equilibrar eficiencia, seguridad y sostenibilidad en un mundo en cambio constante. La desglobalización no anuncia únicamente el fin de un modelo, sino la transición hacia nuevas formas de interconexión más complejas y estratégicas.
Referencias