La rápida adopción de tecnologías emergentes está remodelando cada aspecto del sistema financiero global. En este contexto, los bancos centrales enfrentan el desafío de equilibrar innovación y estabilidad financiera mientras cumplen su misión de garantizar la confianza y la eficiencia del dinero.
La digitalización impulsada por la IA, el big data, 5G, blockchain y la computación en la nube está generando una transformación digital de la economía. Estas tecnologías no sólo afectan a las empresas y al comercio electrónico, sino que modifican profundamente las funciones de los bancos centrales.
El uso de efectivo se contrae frente al auge de los pagos digitales, las fintech y las bigtech, así como al crecimiento de los criptoactivos. Ante este panorama, muchos bancos centrales han creado centros de innovación digital y unidades especializadas en IA para modernizar sus sistemas y procesos.
Tradicionalmente, los bancos centrales desempeñan cinco funciones esenciales: emisión de dinero, política monetaria, prestamista de última instancia, supervisión financiera y gestión de reservas internacionales. En la era digital, estas funciones se reconfiguran.
La emisión de efectivo puede complementarse con monedas digitales de banco central (CBDC), mientras que la supervisión debe ampliarse a las fintech, bigtech y proveedores críticos de tecnología como la nube o la DLT.
Las CBDC son pasivos directos del banco central accesibles electrónicamente. Buscan ofrecer la misma confianza que el efectivo, pero en formato digital.
El valor de los pagos a través de CBDC podría crecer de unos 100 millones de dólares en 2023 a cerca de 213.000 millones anuales en 2030, reflejando un despegue sin precedentes.
Algunos de los proyectos más avanzados se encuentran en China, Nigeria, Bahamas y Jamaica, donde ya operan pilotos a gran escala y casos de uso mayorista o minorista.
Las transacciones electrónicas crecerán un 82 % entre 2020 y 2025, impulsadas por sistemas de pagos instantáneos y plataformas basadas en DLT. Los bancos centrales desempeñan un papel crucial como operadores o catalizadores de estas infraestructuras.
La IA y la IA generativa se consideran tecnologías de propósito general que pueden revolucionar el análisis macroeconómico, la modelización de riesgos y las operaciones internas de un banco central.
Entre los casos de uso destacan:
Sin embargo, estos avances conllevan retos: la complejidad de los modelos requiere procesos de supervisión casi en tiempo real, y la dependencia de proveedores de nube crea riesgos de concentración.
El auge de las stablecoins y las plataformas de finanzas descentralizadas puede debilitar el papel del dinero de banco central si no se regula adecuadamente. Una sustitución masiva de depósitos por estos instrumentos podría generar nuevos riesgos de ciberseguridad avanzados y corridas digitales de liquidez.
Además, la posible llegada de la computación cuántica aumentará la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas, lo que exige reforzar los marcos macroprudenciales y las estrategias de defensa cibernética.
La supervisión se extiende ahora a neobancos, servicios de BaaS, bigtech, plataformas de crowdfunding y otros proveedores tecnológicos. La llamada “suptech” emplea IA y analítica avanzada para monitorizar riesgos de forma continua.
La adopción de algoritmos en la concesión de crédito y en la fijación de precios plantea retos de conducta de mercado y riesgos de sesgos, lo que exige regulaciones de explicabilidad y gobernanza algorítmica.
En economías desarrolladas, la modernización de los pagos atiende a la eficiencia, la resiliencia y la soberanía monetaria. En mercados emergentes, las CBDC minoristas son vistas como herramientas clave para la inclusión financiera.
Mediante billeteras digitales accesibles con teléfono móvil, las CBDC pueden ofrecer servicios de pago seguros a personas sin cuenta bancaria y permitir transferencias directas y programables de ayudas sociales.
La transformación digital obliga a los bancos centrales a repensar sus funciones clásicas y a adoptar nuevas tecnologías con cautela. La clave estará en lograr un equilibrio entre estabilidad financiera y progreso tecnológico, garantizando que el dinero siga siendo un ancla de confianza para la sociedad mientras se abren paso herramientas más eficientes e inclusivas.
Solo con un enfoque colaborativo, regulatorio y sólido en tecnología podrán los bancos centrales guiar con éxito al sistema financiero hacia la era digital sin sacrificar su propósito fundacional.
Referencias